La fiestas de San Fermín son una de las celebraciones más conocidas en España y en todo el mundo. La festividad, que comienza en la noche del 6 al 7 de julio y dura una semana, es especialmente visual por los encierros, en los que los toros que van a ser lidiados cada día recorren las calles del centro histórico de la ciudad, con los espectadores más atrevidos delante de ellos. Además de los encierros, también es muy conocido el clima de celebración que se puede disfrutar en la ciudad cada noche, con fiestas en todos los bares y discotecas.

El ambiente es tan entretenido y singular que enamoró al escritor estadounidense Ernest Hemingway. El novelista visitó Pamplona por primera vez en 1923 como reportero del Toronto Star, buscando una historia con la que terminar una serie de 12 artículos que le habían pedido. Fue en ese año donde comenzó su fascinación por los Sanfermines, la que le trajo de vuelta a Pamplona en 1924 y 1925. Tras esta tercera visita comenzó a escribir The Sun Also Rises (Fiesta, en español), que narra la travesía de unos jóvenes británicos y estadounidenses pertenecientes a la “generación perdida”, término que inventó el propio Hemingway para señalar a los jóvenes veteranos de la Primera Guerra Mundial. Los protagonistas viajan desde París a España para olvidarse de su paso por la guerra. Gran parte de la acción tiene como escenario su estancia en los Sanfermines, donde, entre otros acontecimientos, son cautivados por el dueño de un hotel que les explica el arte del toreo.

La historia refleja el paso del propio autor por la ciudad, ya que él también se hizo amigo de un hostelero y aprendió a apreciar la tauromaquia. Pero Hemingway, al contrario que sus personajes, sí tuvo oportunidad de volver a los Sanfermines que tanto le gustaron. Lo hizo hasta tres veces más antes del final de la II República española y luego dos veces más, en 1953 y 1959. Finalmente, se dice que el día de su muerte aún había en su mesa pasajes de avión y tren para volver a vivir la Fiesta una vez más.

La fama que adquirió el autor durante su vida, especialmente tras ganar el Premio Nobel de Literatura en 1954, se reflejó también en Pamplona, cuyo festival pasó de ser un fenómeno local a todo un movimiento internacional que atrae a miles de extranjeros ansiosos de probar suerte en los encierros. Por ello, el nombre del autor se utiliza como atractivo turístico de los locales que solía frecuentar, como el Café Iruña o el hotel La Perla. Además, su servicio a la ciudad fue reconocido con una estatua justo en frente de la plaza de toros que tantas veces visitó.